Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Por ello, Julia Castro abre hoy la portada de este diario. Jugadora de rugby 15 en las Cocodrilas del UAS Mairena y con una presencia cada vez mayor en la plantilla de la Selección Española de Rugby. La sevillana, que es además estudiante de CAFYD en la Universidad de Sevilla, se presenta como un claro ejemplo de esfuerzo y visibilidad de las mujeres en el deporte.
En la actualidad la han convocado para la Selección de Rugby 15. “Es la primera vez que me llaman. Es muy importante para mi porque, el pasado año, esta selección intentó clasificarse para el mundial del año que viene, aunque finalmente no lo lograron. Son campeonas de Europa actualmente y ahora van a jugar el Europeo.”
El rugby está abierto a cualquier perfil de personas
Julia comenzó su trayectoria en el rugby cuando tenía once años, pero su pasión por el deporte comenzó a manifestarse siendo aún más joven. Sus primeros pasos se produjeron en el atletismo. Sin embargo, un acto de captación de jugadoras y jugadores que tuvo lugar en su colegio germinó su curiosidad por el rugby.
“Lo primero que me llamó la atención -además de que me daba cuenta de que era algo que se me daba bien- es que el rugby está abierto a cualquier perfil de personas. Da igual que no tengas la clásica forma física que, probablemente, encontrarás tu lugar en el equipo. Eso me pareció algo súper atractivo, porque veías a gente de todo tipo, con todo tipo de cuerpos, y todos tenían su hueco, un espacio en el que brillar. Hay tanta variedad de posiciones que cada una requiere unas características físicas diferentes. A personas que antes se le hubiese excluido en otro deporte, en el rugby no” comenta Julia sobre sus primeras impresiones.
Además de estas sensaciones, no deja de llamar la atención cómo pudo ser el paso de un deporte individual, como es el caso del atletismo, a uno colectivo como el rugby. Resulta interesante conocer el impacto que tiene este cambio, tanto a nivel deportivo como personal. Más aún si tenemos en cuenta que dicha introducción al deporte de equipo se produjo a uno compuesto en su mayoría por hombres.
“Creo que noté mucho el compañerismo. En atletismo, aunque era pequeña, tenía amigos, confianza con los de mi club, pero no es lo mismo un deporte individual que uno de equipo. En el rugby hacíamos piña, la relación se afianza mucho más porque es necesaria para el progreso del equipo. Además, yo siempre he sido una chica muy tímida, por lo cual el hecho de entrar en un deporte colectivo me ayudó bastante a socializar, a salir de mi zona de confort”, declara Julia Castro.
Disminución de jugadoras fundamentalmente por sesgos y estereotipos de género
Destaca que, en sus comienzos en el equipo mixto, junto a ella se apuntaron muchas otras mujeres. Sin embargo, el número fue disminuyendo con el tiempo. Entre las razones que pudieron provocar dicha rebaja, la jugadora atribuye la responsabilidad, entre otros factores, a los sesgos y los estereotipos que existen entre hombres y mujeres.
“La jornada de captación tuvo lugar en el periodo de cambio de la escuela al instituto y quizás, pienso que muchas chicas creían que ser jugadoras de rugby no encajaba con el rol que la sociedad esperaba de ellas”.
Pero, ¿es la simple naturaleza colectiva lo que propicia el compañerismo? Ante esta cuestión, la promesa del rugby sugiere que:
“En el rugby en particular, el compañerismo es aún más fuerte. que en otros deportes colectivos como podría ser el fútbol. Este último, a pesar de ser un deporte de equipo, presenta muchas individualidades. Hay mucha rivalidad a nivel personal. En rugby, por el contrario, si cada uno de los miembros no hace su trabajo, no funciona. Por eso el sentido grupal se potencia más todavía”.
Clima de desconocimiento e ignorancia que alimenta estereotipos
Desafortunadamente, el rugby, pese a que en los últimos años ha ganado cierta presencia en España, lo cierto es que sigue existiendo un clima de desconocimiento e ignorancia que alimenta ciertos estereotipos al respecto. Por un lado, reina la idea de que es un deporte bruto, vasto y violento y, por otro, los pensamientos sexistas que este tipo de planteamientos alimentan. Al primero de estos asuntos, Julia explica:
“En el rugby trabajamos mucho los valores, el respeto con el árbitro o la árbitra, con las compañeras, con las jugadoras del equipo contrario… Igual que entrenamos físicamente, entrenamos también los principios”.
En relación con la segunda cuestión, la andaluza, lejos de lo que muchos considerarían un escándalo, considera
“Es fundamental, y muy enriquecedor que chicas y chicos comiencen desde jóvenes en un equipo mixto. Esencialmente, porque es un deporte en el que reina el respeto. Considero que sería un buen canal de transmisión de estos valores de igualdad. Incluso en cualquier deporte. Vendría muy bien, tanto a chicos como a chicas. Serviría como base también para subir el nivel y comprobar que las mujeres somos tan válidas como cualquier hombre para el desarrollo de un deporte.”
La brecha laboral se agudiza en el deporte
No obstante, no podemos olvidar que el deporte se configura como un marco dentro de una estructura social mayor. Por ese motivo, las desigualdades que tienen lugar en la sociedad también se manifiestan en el deporte. Estas son aún más palpables cuando se tratan de deportes con escasa visibilidad, en la que los recursos son aún menores y, como consecuencia, se produce un reparto injusto. En esta línea, Castro nos brinda una importante reflexión:
“En el rugby, concretamente, como es un deporte minoritario, creo que no hay tanto sesgo porque a día de hoy, en España, tanto hombres como mujeres es imposible que puedan vivir del deporte que practican. Sin embargo, sí pienso que hay ciertas desigualdades en las oportunidades a las que tienen acceso hombres y mujeres” […] Al haber más equipos masculinos, si alguien quiere iniciarse tendrá más facilidades, al ser mayor la oferta de clubes. También este motivo permite que los hombres no tengan que hacer grandes desplazamientos para entrenar, porque al haber más equipos, hay más posibilidades de encontrar un sitio que no requiera importantes traslados.”
A modo de ejemplo, plantea
“ Imaginad una niña de 6 años. Puede comenzar en cualquier equipo porque es mixto. Puede aprender, profesionalizarse y, sin embargo, al llegar a los 16, si quiere seguir con su trayectoria, quizás tenga que desplazarse diariamente a otra ciudad o incluso mudarse para poder hacerlo. A mi es lo que me pasó cuando vine a las Cocodrilas a Mairena. Al tener 16 años no tenía coche, así qué mis padres me tenían que llevar a las 10 y media/11 de la noche a entrenar y luego recogerme. Entonces, el esfuerzo no es solo personal, sino que también que repercute en todo tu círculo.”
Ascendimos con la incertidumbre de no saber si íbamos a conseguirlo
Todo esto provoca que las jugadoras tengan que llevar a cabo enormes esfuerzos para lograr su profesionalización. De esta forma, vemos como la brecha laboral encuentra sitio también en el deporte.
“Cuando llegué, las Cocodrilas llevaban 4 años luchando para ascender a la división de honor. Para conseguir esta meta es necesario competir en las fases de ascenso, que tienen lugar en diferentes ciudades: Madrid, Pamplona… Ese gasto de transporte recaía directamente en las jugadoras. El año que ascendimos estábamos por encima del equipo masculino de nuestro club. Pese a ello, teníamos peores horarios de instalaciones -también porque nuestras jugadoras trabajaban- pero no se cambió hasta pasados unos años la preferencia por el equipo masculino […] De hecho, el año que ascendimos, no sabíamos si íbamos a poder jugar en la división de honor porque suponía viajar todos los fines de semana. Eran muchos gastos y nosotras no teníamos dinero a nivel de club. “
Además, apunta al gran problema que la falta de profesionalización origina:
“En el rugby femenino todas las mujeres de la selección estudian y no pueden compaginar plenamente el deporte con la vida académica. El problema es que, al no poder vivir del rugby, necesitan unos estudios que les abran las puertas a otras profesiones con las que sí se aseguren unos ingresos. Si se profesionaliza, las deportistas podrían invertir más tiempo en el mundo del deporte y no tendrían que abandonar su pasión, que es lo que ocurre en muchos casos”.
Es necesario dar visibilidad a toda la riqueza y variedad deportiva que hay en nuestro país
Todo esto, nos hace preguntarnos cuáles podrían ser las soluciones a estas desigualdades y a la escasa visibilización que el rugby recibe. Por un lado, Julia plantea que los medios de comunicación tienen un papel muy importante, ya que podrían incentivar a muchas mujeres que tienen interés pero que, quizás por estereotipos o desconocimiento, no se adentran en este deporte. Además, permitiría reflejar y crear referentes de mujeres deportistas.
“Es necesario conseguir una cuota de pantalla igualitaria para hombres y mujeres. Puedo entender que el fútbol sea el deporte más consumido y que, por esa razón, ocupe más espacio en los medios, pero dentro de esta afirmación habría que dedicar lo mismo al masculino como al femenino. Por otra parte, considero fundamental la profesionalización, tal y como comentaba anteriormente. Y, sobre todo, la igualdad en la profesionalización. Todas las personas deben tener las mismas oportunidades y recursos. “
Por último, Julia reflexiona sobre sí…
“Quizás esos altos porcentajes de consumo están relacionados con toda esa visibilidad que los programas y telediarios le otorgan frente a otros. Hay que introducir nuevos deportes poco a poco, pero es necesario dar visibilidad a toda la riqueza y variedad deportiva que hay en nuestro país.“
Lucrecia Martínez Domínguez
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